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Atención Plena: Cómo Usarla para Enfocar Tu Vida

26 abril, 2018 Por miryam Leave a Comment

Durante la meditación, desarrollas la habilidad de centrar la atención de tu mente en un foco determinado. Cultivar la atención plena es esencial para aprender a elegir los focos más convenientes en tu vida. Dependiendo de dónde pongas tu mirada y tu plena atención, elevarás o reducirás tu nivel de felicidad.

Todo lo que nos ocurre en la vida tiene una cara y una cruz (teoría del yin/yang). Empezando por el hecho de que todo empieza y acaba, las experiencias que consideramos positivas tienen la pega de que terminan, y las experiencias que consideramos negativas, tienen la ventaja de que terminan. Dependiendo de, en cuál de las dos, pongas tu foco de atención o atención plena, te sentirás feliz o desdichado.

Vamos a analizar, primero, cómo se desarrolla esa habilidad mindfulness y luego, veremos cómo aplicarla a la vida cotidiana.

 

Indice de Contenidos

  • Qué se Entrena Durante la Meditación
  • Activar la Mente
  • Debilitar las Actitudes Dañinas
  • Cómo Aplicar la Atención Plena en la Vida Cotidiana
  • La Aceptación no es Resignación
  • Cómo Enfocar tu Vida
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Qué se Entrena Durante la Meditación

La meditación formal, sobre todo la básica y esencial que es la meditación vipassana, nos permite entrenar la mente en todos sus procesos. Se entrenan muchas cosas, se descubren muchas cosas y se aprenden muchas cosas. Y lo mejor de todo es que en seguida descubres cómo aplicar todos esos conocimientos a la vida cotidiana.

Pero una de las habilidades concretas que se desarrolla, es la de ser capaz de mantener la atención muy despierta en un solo foco, tu interior, pase lo que pase fuera de ti.

Atención Plena1 Como Usarla para Enfocar Tu Vida meditacion 3

A través de los sentidos nos llega la información que proviene del exterior. Casi siempre demasiada, más en nuestra civilización donde todo ocurre de forma rápida, intensa y muy ruidosa. Cuando vivimos pendientes de la información exterior, olvidamos que dentro de nosotros existe un refugio silencioso, tranquilo, sereno y seguro.

Con la meditación entrenamos nuestra capacidad de volver la mirada hacia adentro. Al principio, resulta realmente difícil. No solo tranquilizar la mente y conseguir que se quede quieta en un solo punto, sino el hecho de conseguirlo, a pesar de las distracciones que nos llegan a través de los sentidos.

Pero según vas avanzando en la práctica, un día descubres que la mente funciona exactamente igual que un músculo. Si lo ejercitas, se refuerza y se agranda. Cada vez la mente se familiariza más con la concentración, y cada vez resulta más fácil abstraerse de las distracciones y centrar la atención plena única y exclusivamente en el interior, en un foco concreto (por ejemplo, las fosas nasales durante la respiración).

Para mí fue un descubrimiento increíble darme cuenta de que no existía ninguna incapacidad que me impidiera desarrollar esta habilidad. Esta convencida de que en mi mente había demasiada hiper-actividad como para conseguirlo. Pero lo conseguí, y lo hice exactamente igual que cuando estimulas un músculo y el músculo va creciendo.

 

Activar la Mente

Según avanzaba en la práctica meditativa, me di cuenta de que la mente tiene el potencial de encender y apagar los sentidos. Es una especie de puerta, a través de la cual puedes decidir lo que entra y lo que no entra.

Cuando se entrena la capacidad de atención y se va afinando, se consigue percibir y sentir una gran cantidad de información que, de manera habitual, nos resulta imperceptible. Por ejemplo, si dirigimos la atención al sentido del oído, podemos llegar a percibir decenas de sonidos, frecuencias, silencios, más agudos, más graves, con distintos timbres, etc. Pero mientras estamos atendiendo a ese sentido, podemos elegir colapsar el resto de sentidos, es decir, ignorarlos. Podemos analizar los sonidos con los ojos abiertos sin ver absolutamente nada, centrando la atención solo en el oído. Lo mismo ocurre con todo lo demás.

Este fue para mí un descubrimiento maravilloso. La mente tiene el potencial de centrar su atención en un solo objeto y desatender por completo los demás. Uno puede elegir cerrar la puerta, para que solo entre la información esencial y beneficiosa, y dejar afuera todo lo que es tóxico. Así es como uno consigue ser feliz con mayúsculas.

Eso, para saber cómo desarrollar esta habilidad, es necesario saber cómo meditar bien.

 

Debilitar las Actitudes Dañinas

Una de los aspectos más interesantes de la meditación es descubrir que, todo lo que ocurre durante las sesiones formales de meditación, ocurre en la vida cotidiana. Todas nuestras dificultades se manifiestan exactamente igual en el día a día (consulta los cambios inmediatos que se producen cuando se empieza a meditar)

Nuestra paciencia o falta de ella, tolerancia, motivación, etc. E igualmente, todos nuestros logros, se empiezan a aplicar también en nuestra actitud habitual.

El entrenamiento mental de permanecer aquí y ahora, empieza a despertar con mayor frecuencia, cada vez en más momentos. Empezamos a ser mucho más conscientes de lo que ocurre, en lugar de dejar que los acontecimientos pasen de soslayo sin prestarles siquiera atención, dejándonos arrastrar por una marabunta de emociones y reacciones automáticas.

Creemos que esas emociones y patrones de conducta forman parte de nuestro carácter. Y no es que no sea así. A fuerza de repetir una y otra vez los mismos comportamientos, se acaban convirtiendo en parte de nosotros. Pero cuando empezamos a observar desde dentro, descubrimos que esos patrones son adquiridos, que no son yo, que puedo debilitar las conductas dañinas hasta eliminarlas (incluyendo a la adicción a las emociones fuertes, algo que solemos mal-identificar con la felicidad) y que puedo crear y desarrollar otros patrones nuevos que, con el paso del tiempo, cobrarán tanta fuerza como los antiguos, pero esta vez serán positivos y beneficiosos para mí y para los demás.

Eso sí, hemos de tener en cuenta algunos obstáculos importantes con los que nos vamos a encontrar y su antídoto.

Atención Plena: Cómo Usarla para Enfocar Tu Vida

Cómo Aplicar la Atención Plena en la Vida Cotidiana

Para poder cambiar estos patrones de conducta automáticos, primero es esencial detectarlos. Difícilmente los vamos a poder debilitar, si ni siquiera sabemos en qué consisten, cuando aparecen, qué fuerza tienen o qué reacciones automáticas desencadenan cada vez que surgen.

Por lo tanto, el primer paso es empezar a cerrar la puerta de la mente y dejarla abierta solo a aquello que ocurre dentro de mí, y no fuera, echando mano de la atención plena.

Por ejemplo, normalmente, cuando estamos hablando con una persona agresiva, es bastante fácil dejarnos arrastrar por su agresividad. Es frecuente que empecemos a elevar la voz más de la cuenta, hablar más rápido, entrar en discusiones, etc. Si dejamos que estas actitudes y pensamientos se disparen sin más y nos dejamos llevar por ellos, nunca podremos descubrirlos, analizarlos, ni debilitarlos. Al revés. Cuanto más los potenciemos, más fuertes e incontrolables se harán (igual que el músculo en el gimnasio).

El primer paso para debilitarlos es observarlos desde la atención plena y la ecuanimidad. Si seguimos con el ejemplo de la persona agresiva, en lugar de poner el foco en ella, lo haremos en nosotros. Cambiaremos la mirada de fuera, a dentro. Es decir, cómo cambia mi respiración, cómo se tensan los músculos, cómo se manifiesta mi impaciencia, etc. Lo importante en este caso es no reaccionar. No hacer nada, solo observar. Esto es lo que se llama practicar vida mindfulness (consulta cómo practicar mindfulness correctamente).

Si mantienes esta práctica, empezarás, por un lado, a debilitar el músculo (habrás frenado un patrón mental; habrás conseguido no reaccionar). Por otro lado, el hecho de observarte a ti mismo te dará mucha información sobre tu propio comportamiento. Qué desencadena determinadas emociones y sentimientos; qué reacción automática se produce; cómo afectan esas reacciones a tu cuerpo; si son desproporcionadas, etc.

 

La Aceptación no es Resignación

Muchas veces se malinterpretan algunas enseñanzas budistas, sobre todo la relativa a la ecuanimidad o aceptación. Aceptar, en este caso, no significa resignarse. Todo lo contrario. Si quieres saber cómo aplicar los interesantes descubrimientos de Buda en vida cotidiana, lee Meditación Vipassana.

Cuando hablamos de aceptación, hablamos del hecho de comprender que los acontecimientos de la vida no están a nuestro servicio y las personas tampoco. Que estamos sometidos a una serie de leyes universales, nos guste o no, entre las cuales se encuentra la ley del libre albedrío. Es decir, la vida es como es, y los demás son como son. Y todos tenemos libre albedrío para hacer lo que consideramos oportuno.

La aceptación consiste en entender que ni la vida ni las personas van a comportarse como yo quiero, cuando yo quiero y porque yo quiero. Sin embargo, el hecho de aceptar esto y comprenderlo, nos permite entender también que lo único que yo puedo controlar, lo único sobre lo que yo tengo libre albedrío, es sobre lo que hago yo con lo que me ocurre en la vida. Te permite descubrir el enorme potencial que tiene tu mente para pensar, decir y hacer lo más beneficioso, dadas las circunstancias que se presenten.

Siguiendo con el ejemplo anterior, lo primero sería aceptar el hecho de que, si la persona es agresiva, es agresiva. Es una decisión suya. Si quiere o no quiere cambiar sus patrones de comportamiento, es algo que no me atañe. Lo que sí me ataque es lo que yo puedo hacer frente a este hecho.

Es muy importante no pretender hacerle cambiar, por muy bienintencionada que sea nuestra voluntad. Cuando tratamos de hacer entrar en razón a alguien, aunque sea con mucho cariño, de nuevo, estamos poniendo el foco fuera (es decir, solo si tu comprendes que yo tengo razón, podré quedarme tranquilo).

La cuestión aquí es aprender a estar tranquilo, pase lo que pase fuera. Eso es aceptación: comprender que no puedo forzar nada de lo que ocurra fuera de mí para que sea como yo quiero, pues con ello solo consigo arruinar a los demás y a mí mismo.

Por el contrario, puedo aceptar que las cosas son como son y, ahora sí, actuar en consecuencia. Por ejemplo, puedo elegir marcharme, pero sin sufrir, desde la tranquilidad. O, si no me queda más remedio que quedarme porque, por ejemplo, se trata de un compañero de trabajo, puedo hacer cuanto esté en mis manos para suavizar la situación, contestando con amabilidad y en un tono dulce (pase lo que pase, es decir, manteniéndome firme aunque la persona siga exaltada). También podría desatender sus palabras y centrarme en la luz del sol que entra por la ventana mientras mi compañero me habla, que me da en la piel y el calor que me provoca (por ejemplo). La motivación para mantenerte firme es comprender que, desarrollar estos patrones, es beneficioso para mí. La cuestión no es perseguir un fin concreto, sino desarrollar tus habilidades mentales. Lo demás llega solo.

Cuando consigo controlar mis impulsos y vencer mi adicción a hacer que los demás cambien, de forma natural, no solo consigo ser yo más feliz, sino hacer más felices a los demás y además mejorar mi propia salud.

Esto es lo que quiero decir cuando hablo de elegir el foco.

Si quieres empezar a practicar con tu mente sobre un foco determinado pero aún sabes cómo hacerlo, escucha estas meditaciones guiadas.

 

Cómo Enfocar tu Vida

Cuando hablo de enfocar tu vida, no me refiero al hecho de dirigirla hacia un objetivo. El objetivo para mí está claro: aprender a ser feliz y hacer felices a los demás.

Me refiero más bien a elegir, a voluntad, dónde quiero poner mi foco en cada momento, pues considero que esta habilidad es esencial para lograr el objetivo general que es la felicidad y la ausencia de sufrimiento.

Cuando te veas en una situación que, de manera automática, relacionas con frustración, insatisfacción, ira, enojo, etc… dale la vuelta! Pone el foco en ti, en tus reacciones. Basta que les prestes atención, para que reduzcan su intensidad. Desarrolla la habilidad de observarlas sin actuar, sin reaccionar, desde la aceptación y la ecuanimidad. Esto es lo que se llama vivir en un estado zen.

No se trata de enterrar en el inconsciente lo que sientes, al contrario. Se trata de subirlo a la superficie y explorarlo. Por ejemplo, no se trata de pretender que no siento ira. La siento, sí, y la dejo estar, pero sin reaccionar. La observo y la acepto. El simple hecho de hacer este ejercicio, reducirá su intensidad notablemente.

Con el paso del tiempo, los cambios de actitud se manifiestan de forma natural. Te resultará fácil detectar tus propios errores (y no los de los demás). Precisamente cuando no pretendas cambiar nada ni a nadie, sino solo a ti mismo, descubrirás que todo lo demás cambia, sin pretenderlo y sin forzarlo. Y, aunque no cambie, cambiará tu percepción y ello te acercará un paso más cerca de la felicidad.

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